Preparación del Adviento

El Adviento es el tiempo litúrgico de esperanza y preparación de la llegada de Jesucristo. En este tiempo recordamos cómo todas las profecías sobre la venida del Mesías se cumplen con el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. No en vano, el origen latino de la palabra Adviento significa Venida.

La tradición del Adviento se remonta en el tiempo más de dos mil años. Para poder ayudar a los fieles, en su mayoría dedicados a la agricultura, el antiguo calendario de la Iglesia era estacional y concordaba las fechas de la celebración de los ritos y festividades más señaladas con las labores propias de sus creyentes. ​De este modo, no es casualidad que el Adviento coincida con la aproximación del invierno y la llegada de los días cortos y oscuros que preceden al tiempo de la Navidad.

El Adviento es, como decíamos, el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo durante las cuatro semanas previas a la Navidad. Es un tiempo propicio para reflexionar sobre el amor de Dios y preparar nuestro espíritu para recibir en nuestro corazón al Hijo de Dios.

San Bernardo se refiere al Adviento como el tiempo de espera y de preparación para la venida de Jesús a nuestro corazón, representada en la Luz que trajo a nuestro mundo para vencer al hombre viejo; Luz de amor y esperanza que sigue viva entre nosotros y que vendrá al final de los tiempos para llevarnos en la vida eterna junto a Dios nuestro Señor.

Como cualquier tiempo litúrgico, el Adviento tiene su propio color litúrgico, el morado, símbolo de esperanza, y su propia simbología, expresada en la corona del Adviento.

La corona del Adviento

La corona de Adviento es una tradición cristiana que simboliza el transcurso de esas cuatro semanas del Adviento. Dotada de un profundo significado que a continuación estudiaremos, esta bella costumbre nos ayuda a preparar con esperanza la llegada de la Navidad en su verdadera esencia, como inicio de nuestra redención, al tiempo que pregonamos con gozo la inminente llegada de nuestro Señor Jesucristo en el día de su Natividad.

Se representa con una corona de ramas, generalmente de pino o abeto, dentro de la cual encontramos cuatro velas, cada una de las cuales representa una de las cuatro semanas del Adviento. Hay quien añade una quinta vela, conocida como “la vela de Cristo”, cuando arriba el tiempo de la Navidad, un bello gesto para anunciar la presencia de Dios con nosotros.

La forma circular de la corona nos recuerda la eternidad de Nuestro Señor, pues Él es el alfa y el omega y su poder eterno no conoce principio ni fin. Entroncando con los orígenes ancestrales de esta tradición, las coronas de ramas decoradas con velas ya eran un símbolo usado en el norte de Europa hace milenios que representaba el ciclo ininterrumpido de paso de las estaciones, al tiempo que las hojas perennes y las velas encendidas representaban la persistencia de la vida en mitad del duro y oscuro invierno.

Esta hermosa costumbre popular fue adoptada por el cristianismo durante la Alta Edad Media, según algunas fuentes, por un pastor protestante alemán que construyó una corona con ramas de coníferas y enseñó a sus alumnos a encender una vela pequeña cada día de la semana durante el Adviento, y los domingos, una de las cuatro velas grandes. En esa corona primigenia, las ramas verdes expresaban la esperanza de la venida y el nacimiento de Jesús y el listón rojo que lo adornaba representaba el amor infinito con el que Cristo nos envuelve.

La luz de las velas contrasta con las tinieblas que envuelven el tiempo del Adviento, cuando las horas de luz solar llegan a su mínima expresión y nos recuerdan la llegada de Jesús, luz del mundo. Como probablemente sepas, la luz es símbolo de revelación y salvación a través de Jesús, como representamos en nuestro bautismo. La fuerza de la luz está especialmente presente en numerosas expresiones del Evangelio de Juan.

“Otra vez Jesús les habló, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”

(Juan 8, 12)

Al irse iluminando, semana a semana, los cuatro velones nos envuelven paulatinamente con su luz, inundando de este modo nuestro hogar con la victoria de la Luz de Cristo sobre las tinieblas que amenazan en forma de las tentaciones del pecado que nos rodea.  

Esta bella tradición ancestral ha perdurado intacta hasta nuestros días de modo que, aún hoy, cada domingo de Adviento encendemos una nueva vela y la acompañamos de la lectura de las Sagradas Escrituras y las oraciones que conocemos sobre el adviento.

Aunque no hay un común acuerdo en torno a ello, lo cierto es que el color de las cuatro velas que decoran la corona de ramas verdes contiene un significado en sí.

Las velas del Adviento

En la liturgia, las velas de la primera, segunda y cuarta semana de Adviento son de color morado, como símbolo de la profundización espiritual y preparación de este tiempo. En contraste, el cirio correspondiente a la tercera semana, que encenderemos en el Domingo Gaudete, es del color rosado resultante de la mezcla del morado con el blanco, que representa la cercanía de la navidad y expresa la alegría y regocijo con que esperamos la venida del Señor.

No obstante, hay quien tiene costumbre usar en sus hogares distintos colores de velas, para expresar el significado concreto de cada semana de Adviento:

  • Durante el primer domingo de Adviento, se puede encender una vela morada, que nos invita a despertar y a estar vigilantes, o una amarilla, que representa la fe en Cristo, por la que aceptamos que toda revelación procede de Dios y nos ayuda a comprender los asuntos que a los que el hombre no puede llegar por su propia cuenta. Cristo es el autor de nuestra fe y sólo por ella el justo vivirá (Textos bíblicos: Salm. 122; Is. 2:1-4; Rom. 3:21-31; Mt. 15:21-28).
  • Siguiendo este orden, al segundo domingo le correspondería la vela verde, en señal de la esperanza en la venida de Cristo. Esta vela verde nos invita a ponernos en camino para preparar su llegada, reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro, reconocer nuestras debilidades y aferrarnos a la promesa divina. (Textos bíblicos: Salm. 142; Is. 35:1-10; 1 Cor. 13:13; Luc. 1:5-25).
  • El tercer domingo, como decíamos antes, añadiremos la vela rosa, que significa Alegría: ¡regocíjate, alégrate!, el Señor está cerca.
  • Finalmente, la cuarta vela podría ser de color rojo para recordarnos que Dios es Amor y, por mediación de su amor, Dios decidió enviarnos a su único hijo para nuestra salvación. Jesús es el ejemplo perfecto de ese amor. Él nos ha mandado amar a Dios y a nuestro prójimo por encima de todas las cosas (Textos bíblicos: Salm. 91; Is. 63:7-14; 1Jn. 4:8; Jn. 3:16-17). En otros casos, esta cuarta vela se sugiere sea azul, en representación a la Justicia de Dios. La Biblia nos recuerda que los caminos de Dios son rectos y justos. Dios no conoce el mal. Su justicia es fruto del amor que nos profesa; sin amor la justicia no tiene lugar. Dios es misericordioso y, precisamente por eso, es justo. En su Palabra, Jesucristo nos invitó a buscar incansablemente el reino de Dios y su justicia basada en el amor que Dios quiere que practiquemos como cristianos (Textos bíblicos: Salm. 9; Is. 11:1-10; Mt. 5:6; 6:33).

Donde sí hay común acuerdo es sobre el color de la quinta vela, más grande que las demás, que es de color blanco y se enciende en la corona el día de Navidad. El blanco es el color de la pureza y del júbilo y está presente en los dos momentos más importantes del calendario litúrgico, la Navidad y la Pascua. Esta vela nos recuerda la presencia entre nosotros de nuestro Salvador Jesucristo, el hijo de Dios, que vino a nosotros para ser luz en medio de las tinieblas y liberarnos de la opresión del pecado. Él es fuente de nuestra fe y esperanza. Su justicia es resultado de su infinito amor por nosotros y nos otorga una paz verdadera. (Textos bíblicos: Salm. 72; Is. 9:2-7; 1Cor. 14:33; Luc. 2:1-20).

Bendición de la Corona de Adviento

En algunas parroquias o colegios aún se hace la bendición de las Coronas de Adviento durante el primer domingo del Adviento. Si no es nuestro caso, podemos rezar juntos en familia esta oración para bendecir en nuestro hogar nuestra corona de Adviento, al tiempo que cada miembro de la familia deja sus propias peticiones personales.

Oración para bendecir la Corona de Adviento en casa

Señor Dios, bendice con tu poder nuestra corona de Adviento para que, al encenderla, despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo practicando las buenas obras, y para que así, cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre esta Corona y sobre todos los que con ella queremos preparar la venida de Jesús.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.