ALEGRAOS, NO TEMÁIS, EL SEÑOR HA RESUCITADO
Nuestro corazón y nuestra mente se nublan con frecuencia. Nuestras preocupaciones, miedos y debilidades a menudo ocupan nuestros pensamientos y alteran nuestro ánimo. Es en estos momentos cuando la presencia de Jesucristo, Luz sobre las tinieblas y Alimento de nuestro espíritu, nos consuela al recordarnos, como a Moisés, que Dios está con nosotros.
Esa certeza es la que celebramos durante el tiempo de Pascua, en el que conmemoramos que Dios Padre no solo no nos abandona, sino que nos ofrece el sacrificio de su Hijo, Cordero de Salvación, para que, mediante el Testimonio de su Palabra y su victoria sobre el mal, nos libere del manto de pieles que envuelve el pecado original y nos vista con la suave túnica de lino de la promesa del Reino de Dios.
Por ese motivo, nuestro corazón se llena cada día con el gozo de la Resurrección y nos recuerda que la alegría forma parte esencial de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos en Cristo.
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