Durante toda esta semana, primera de Pascua, revivimos los episodios acaecidos durante los primeros días después de la Resurrección de Jesús. En las lecturas de estos días, vemos cómo Jesús se aparece primero a las mujeres que acuden a visitar el sepulcro, a los discípulos que caminan hacia Emaús después, y, posteriormente, a la reunión de sus Apóstoles.
En todos estos casos, y también en varios posteriores, se repite un mismo patrón. Jesús aparece de imprevisto, y se desvanece con la misma prontitud. En realidad, pretendía escribir que Él aparece «cuando menos se lo espera«. Pero, reflexionando un poco, creo que esa expresión no sería en absoluto cierta. Porque, tanto las mujeres, acompañadas por María Magdalena, como los discípulos de Emaús y, por descontado, sus Once Apóstoles, esperaban ansiosamente reencontrarse con Jesús. Lo deseaban con todas su fuerzas. Él estaba constantemente en sus ánimos y en sus pensamientos. Y Jesús, en todos los casos, les escucha y se materializa ante ellos.
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